Entrevista

“YO LE CAMBIO LA CARA A LA MUERTE”

En el año 2003 la institución educativa Tecnológico de Antioquia graduó su primera promoción de técnicos profesionales en Tanatopraxia, programa único en América Latina. Se trata de un oficio que consiste conservar y embellecer los cadáveres para su posterior sepultura, eliminar las señales visibles que deja la muerte. Lo sorprendente es que este oficio que por años fue desempeñado de manera empírica por hombres adultos, ahora es realizado por jóvenes y en su mayoría mujeres.

Lina María Vélez es una de esas jóvenes que asumió el reto de trabajar de cara a la muerte todos los días, con tan solo 20 años ya posee una vasta experiencia en este campo y aunque a primera vista parezca frágil y con la frescura de la juventud a flor de piel, tiene una mucha fortaleza y una gran sensibilidad.

Sandra: ¿Lina, qué la motivó a sus escasos 16 años a estudiar Tanatopraxia?

Lina: Me cuenta mi mamá que cuando era chiquita no me perdía un velorio en la cuadra, que lloraba para que me dejaran ver al muerto, eso se convirtió en algo así como una obsesión para mí, me inquietaba la manera en la que arreglaban los muertos, de hecho recuerdo un día en especial en el que asesinaron un vecino, uno de los tiros que le dieron le sacó un ojo, la escena fue muy impactante, pero cuando lo vi en el ataúd al día siguiente me sorprendí mucho, se veía tan bien arreglado que parecía dormido. Yo creo que ese fue el episodio que me motivó y cuando salió el programa de tanatopraxia en el Tecnológico, inmediatamente me inscribí. Inicialmente quería estudiar medicina, pero mi mamá no tenía para pagarme la carrera completa.

S: ¿Hace cuánto ejerce la tanatopraxia y dónde?

L: Comencé a ejercer mi profesión antes de graduarme en el 2003, cuando estaba terminando la carrera, en último semestre comencé a trabajar medio tiempo en la funeraria San Vicente, porque allí fui acompañante de cortejos fúnebres varios meses y luego me dieron la oportunidad como tanatopráctica. Actualmente estoy en la morgue del Hospital Universitario San Vicente de Paul y a veces hago algunos turnos en la funeraria, en total llevo dos años y dos meses haciendo esto.

S: ¿Es difícil para una mujer tan joven asumir un oficio que ha sido exclusividad de hombres?

L: Yo fui muy afortunada porque siempre tuve el apoyo de mis compañeros de trabajo, todos eran hombres y yo les parecía muy valiente por asumir ese trabajo con la madurez y entrega que lo hacía y que lo sigo haciendo. Siempre me esmeraba mucho para que todo me saliera bien, pues yo sabía que era la única manera de ganarme su confianza y su apoyo. Me acuerdo que al principio me hacían bromas muy pesadas para asustarme, pero siempre salí bien librada.

S: ¿Usted habla con mucha naturalidad de su trabajo pero siempre lo ha tomado de esa manera?

L: No siempre fue así, al principio cuando comencé casi no dormía, ni comía y de vez en cuando lloraba, mi mamá se mantenía muy preocupada por mí y me cantaleteaba cada que podía, pero con el tiempo uno termina por asimilar el ambiente frió de la morgue, el aspecto de los cuerpos sin vida y la tristeza de la muerte. Con el tiempo uno asume que es un oficio como cualquier otro y lo hace de manera profesional y le toma cariño, aunque para los demás sea terrible y abominable, alguien tiene que hacer el trabajo sucio.

S: ¿Cuál es el caso más complicado que ha tenido que asumir?

L: Cada cuerpo es una historia diferente y cada uno tiene un tratamiento especial, pero los casos más difíciles son tal vez los cuerpos que tuvieron muerte violenta. He visto casos muy traumáticos, pero uno en especial fue el de una jovencita a la que le dieron cuarenta y dos puñaladas entre la cara y el pecho. Con una sola hubiese sido suficiente para quitarle la vida, eso es lo que uno no entiende de la violencia. Otros casos especiales son también los cuerpos que van para otro país o que velarán durante varios días, hace poco tuvimos el caso de un árabe al que debimos hacerle ocho veces el proceso de embalsamamiento porque lo iban a regresar a su país, y mientras hacían los tramites legales para trasladar el cuerpo pasaron varios días, fue muy duro, tuvimos que trabajar en él casi 20 horas.

S: ¿Qué características debe tener un tanatopráctico?

L: Muchos piensan que quienes hacemos este trabajo somos de sangre fría, oscuros, medio morbosos o depresivos; pero no, de alguna manera se necesita cierta fortaleza ante la muerte, pero también mucha sensibilidad, yo no dejo de asombrarme de la atrocidad de la violencia, y eso me duele, pero aun así tengo que tragarme el dolor y hacer mi trabajo lo mejor posible. Lamentablemente vivimos en una sociedad indolente.

S: ¿A alguien que todos los días ve muerte a su alrededor, le cambia el concepto que tiene de la vida?

L: Yo pienso que la muerte es un proceso natural que se tiene que asumir y cumplir como tal, pero también pienso que la vida es una sola y por eso hay que disfrutarla al máximo; yo soy una persona muy espiritual y por el hecho de tener que tocar muertos todos los días no tengo que ser fatalista ante la vida, todo lo contrario cada vez valoro mas todo lo que me rodea y aprovecho cada momento de vida, porque sé que un día seré yo quien este en esa mesa.

S: ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

L: Que todos los días vivo una experiencia diferente, todos los días veo caras nuevas (risas), además la belleza del cuerpo humano en increíble a pesar de estar sin vida, y lo mejor de mi trabajo es que yo puedo cambiar ese aspecto lúgubre que deja la muerte en el rostro de un cadáver. Yo diría que le puedo cambiar la cara a la muerte.

Al terminar, luego de mi agradecimiento, Lina sigue sonriendo como lo hizo casi durante toda la entrevista, para ella es toda una novedad que alguien considere importante a una joven que todos los días le ve la cara de frente a la muerte y pueda seguir viviendo con la alegría y el optimismo con que ella lo hace.

Entrevista realizada por: Sandra Edith Estrada H.

Fecha: Octubre 10 de 2006.